Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.
Misiones es la respuesta de Dios al clamor del mundo
Guerras, hambre, injusticias, enfermedades, catástrofes naturales, idolatría, muerte. El mundo pide a gritos que lo salven, solo basta que aprendamos a escucharlo. El apóstol Pablo, reflexivamente se cuestiona (y nos cuestiona) al respecto: ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? (Romanos 10:14).
Muchos cristianos piensan que misiones es solo para algunos, para los "llamados". Los misioneros sencillamente son aquellos que han respondido con un profundo compromiso a la tarea que Jesús encomendó a TODOS sus discípulos. Han decidido dedicar su vida a ese mandato. Así como el Padre, no pueden ser indiferentes al clamor del mundo. Considerada la síntesis del evangelio, Juan capítulo 3, versículo 16, afirma: Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Esa es la respuesta de Dios a la mayor necesidad de la humanidad
Quien primero ha oído ese clamor, fue el Padre. Su corazón se llenó de compasión por la humanidad sin rumbo. El Hijo, de igual naturaleza que el Padre, lo pudo entender a la perfección. Se ofreció a sí mismo para salvarnos. Vino al mundo para anunciar las Buenas Nuevas y pagó con su sangre el precio por nuestros pecados. Él fue el primer misionero, el primer enviado. Analicemos juntos sus últimas palabras registradas en el evangelio según Mateo:
Cumplida su parte en la misión de Dios de salvar al mundo, Jesús la extiende ahora a sus seguidores. Nuestra parte consiste en hacer discípulos a todas las naciones. Hoy en día, gracias al fenómeno de la globalización, personas de todas las naciones bajo el cielo vienen hasta nosotros. Esta es una excelente oportunidad para discipularlos sin siquiera atravesar nuestras fronteras. Pero aún hay demasiados que esperan lallegada de misioneros que los discipulen en los caminos del Señor. Frente a tamaña demanda, debemos estar unidos para dar una respuesta al clamor del mundo. ¿Cuál será tu parte?
Cómo participar en misiones
Lo primero que debemos entender en cuanto a las misiones, es que ha sido la respuesta de Dios al clamor de la humanidad perdida. La Biblia nos enseña en Romanos capítulo 3, versículos 23 y 24, que el mayor problema de la humanidad es el pecado, del cual nadie puede librarse por sus propios medios, y trae como consecuencia final la muerte eterna. Pero el Padre ha establecido un medio de salvación, un camino, un rescate: Jesús, su amado Hijo, el cual se entregó a sí mismo para saldar el precio del pecado de toda la humanidad por medio de su muerte inocente. Así todos los que creen que Jesús es el Salvador del mundo, son justificados gratuitamente. Este es el don de Dios. Esta es la Buena Noticia que todos deben conocer.
Misiones es mucho más
que un departamento u organización, es la tarea primordial de toda la iglesia.
De hecho, es la razón de su existencia: la evangelización del mundo. Estos
términos, "misiones" y "evangelismo" muchas veces se confunden, y no está nada
mal, ya que la misión de la iglesia es la evangelización del mundo. De manera
que todos los miembros debemos estar involucrados de alguna manera. Usted, mi
querido hermano, debe comprometerse seriamente en la misión de Dios. ¿De qué
manera?
Muchas veces me hice esta pregunta. Investigando, obtuve algunas respuestas. Al considerar los llamados "Pilares de la misión", tenemos una ilustración de algunas formas en las que nos podemos involucrar:
Orar: Como tarea primordialmente espiritual, la obra
misionera requiere respaldo espiritual a través de la oración de la Iglesia. Todos
podemos orar, Jesús se lo enseñó a sus discípulos: Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe
obreros a su mies. (Mateo 9:38)
Ofrendar: Esta acción ya nos cuesta un poquito más o, al menos, genera dudas o controversias. Alentar a los hermanos a dar para misiones pasa por asumir un compromiso con la tarea, ser parte de ella. Es justo que si alguien está dispuesto a dejar su seguridad para cumplir el mandato del Señor de manera exclusiva, los demás lo apoyemos para que tenga al menos un sustento básico. Dar es siempre una respuesta de amor: Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. (Juan 3:16).
Promover: ¿Es posible que haya hermanos que no estén de acuerdo con las misiones? Es probable que sí, y esto se debe a la falta de información o concientización. Las misiones no es un invento de los misioneros, nace como respuesta del corazón de Dios al clamor de aquellos que aún no han oído el Evangelio. A pesar de todos los esfuerzos que la Iglesia del Señor ha hecho a lo largo de la era cristiana por propagar el mensaje de Cristo, se estima que un tercio de la población mundial no tiene oportunidad de oír el evangelio (fuente: https://misionestransculturales.org/estadisticas-sobre-misiones/). Debemos unirnos en pro de la evangelización mundial. No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. (Gálatas 6:9).
Ir:
Hay un clamor constante de la humanidad que sufre sin Dios. Solo debemos
agudizar nuestro oídos espirituales. En el tiempo presente, las consecuencias
del pecado son catastróficas para millones de personas. Pero aun no se comparan
con el sufrimiento que les depara durante una eternidad sin Dios. Hemos creído
en Cristo Jesús para salvación porque alguien
ha sido la respuesta de Dios al clamor de nuestro corazón sufriente. Hoy
tenemos la oportunidad de ser la respuesta del Señor para aquellas naciones que
nos esperan. Después oí la voz del Señor,
que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo:
Heme aquí, envíame a mí. (Isaías 6:8).